Enseñar la historia reciente suele ser más difícil que enseñar el pasado remoto. Es paradójico. A pesar de que contamos con muchas más fuentes y testimonios, la historia reciente está teñida por una cercanía emocional que pareciera incomodar a los profesores y profesoras y a la escuela. Más aún cuando este pasado está cruzado por el dolor y por experiencias de violencia extrema. La pregunta que surge entonces es en qué lugar de la sociedad los niños, niñas y jóvenes pueden participar de una reflexión conjunta que les permita entender su tiempo y, a la vez, comprometerse con la construcción de una cultura de respeto a los Derechos Humanos. Pareciera que a 40 años del golpe de Estado, la escuela chilena aún no se constituye como un espacio relevante al respecto.
|
Este breve texto es un intento de ensayar sobre el rol que le cabe a la enseñanza de la historia en la promoción de una memoria social, que reconozca que el golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973 y la posterior dictadura cívico militar en Chile, fueron experiencias dónde el Estado ejerció violencia extrema sobre un gran número de personas, vulnerando sus derechos fundamentales, y que, a pesar de que existan voces divergentes en relación a las causas del golpe y a los hechos sucesivos, es necesario conversar y construir una memoria que se comprometa con una cultura de respeto de los Derechos Humanos y de rechazo radical hacia la violencia que puede llegar a ejercer un Estado contra sus propios ciudadanos.
|