Chile ha optado por concentrar gran parte de la inversión pública y privada en la generación de un sistema educativo que asegure cobertura y calidad de los aprendizajes escolares de las nuevas generaciones. Hoy ya se puede hablar de universalización de la educación básica y si se comparan las generaciones entre sí, se tiene que las personas mayores de 65 años presentan una escolaridad promedio de 6,9 años de estudio en relación a los jóvenes (entre 18 y 24 años) que ya alcanzan 12,3 años. Se constata una importante movilidad educacional la que se hace más nítida en los sectores de más bajos ingresos. En casi cuarenta años, la población chilena prácticamente ha duplicado su escolaridad promedio (CASEN, 2006; Tokman, 2004).
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