Es usual escuchar opiniones respecto a las bondades de la Subvención Escolar Preferencial (SEP) o a Directores escolares referirse a la “Santa SEP”, por la cual pueden recibir hasta un 60% más de la subvención. ¿Quién podría negarse a decir que los establecimientos que atienden a niños en contexto de pobreza no requieren mayor financiamiento? Pero la SEP no es simplemente un aumento del voucher, pues se estrega al establecimiento a condición de incrementar resultados Simce, entre otras metas “de eficiencia”. La lógica de la política supone que la rendición de cuentas por resultados, junto a mayores recursos y asistencia técnica (ATE) generaría una mejora continua en los establecimientos.

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En la sociedad “lo real es relacional”, decía con singular lucidez hace un tiempo Pierre Bourdieu, el sociólogo más influyente de la segunda mitad del siglo XX quien, además, centró parte importante de sus investigaciones en el sistema educacional. Esa pequeña frase -inmensa en contenido- puede servirnos para mitigar algunas de las críticas que tan fácil (y a veces tan ligeramente) han caído sobre la actual propuesta de reforma educativa. Algunas de estas críticas apuntan a que la propuesta en cuestión no ha puesto suficiente énfasis en el sector público (municipal) y que solo se estaría proponiendo actuar sobre el sector particular subvencionado.

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