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“…no se trata de rechazar la información que proveen los test. Sin duda que ellos reflejan aprendizajes de conocimientos y habilidades que toda escuela debe asegurar. Sin embargo, es un exceso atribuir a estos resultados, la definición misma de calidad educativa”.
Se acerca el fin de año, llega la época de exámenes. Los estudiantes, tanto como los profesores y las escuelas enfrentan el escrutinio público que decidirá finalmente, quienes son los/las “mejores”. De este modo, los exámenes finales, la PSU o el SIMCE, terminan convirtiéndose en los termómetros de la calidad, en un país que aún no aclara que es lo que en definitiva espera de sus escuelas, profesores y estudiantes.
tró en la sede de la Región Metropolitana y para 2011
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Si bien este ejercicio de transparencia con los resultados obtenidos en los test puede ser legítimo y necesario, convengamos que también es cierto, acarrea un conjunto de efectos “no deseados” que resultan potencialmente destructivos para el logro de la calidad educativa que declaran proteger. Básicamente, se cometen dos grandes errores: asociar unívocamente la calidad de la escuela al resultado de un solo instrumento (calidad es el resultado del test) y en segundo lugar, asumir que el verdadero currículum está contenido en lo que pregunta la prueba (se enseña sólo aquello que se pregunta). Estos dos factores amenazan notablemente el sentido de la escuela como un espacio que promueve la formación integral de sus estudiantes.
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Jorge Radic
Director Escuela de Educación UAH
Bernardita Pizarro y Nelson Montaldo
Red Educacional Ignaciana
Octubre de 2011
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