“Las excepciones a la norma generarán mayor segregación y le otorgarán un fundamento ético flexible y débil a las regulaciones públicas”.
Asistimos en estos días a la discusión acerca de la selección escolar y a los alcances que esta decisión podría tener en la composición social y académica de los establecimientos. Pareciera existir un relativo consenso respecto a que seleccionar estudiantes por razones económicas es injusto y atenta contra la concepción de que la educación es un derecho social, no un bien de consumo. También hay una crítica a la selección por razones académicas (la mayoría de las veces difícil de distinguir de la selección por razones económicas), pues iría en contra del principio de universalidad de la educación y de la concepción moderna de que todo niño y niña es educable, independiente de sus condiciones de origen.
No obstante, en los discursos de distintos actores públicos aparecen algunas resistencias amparadas en argumentos de distinta naturaleza, como la libertad de enseñanza, la tradición histórica de algunos colegios, la irrestricta defensa de la meritocracia y el derecho de los establecimientos a seleccionar a los estudiantes por sus talentos individuales, entre otras. Hay que mencionar, además, la selección escolar por razones morales, por ejemplo aquellos establecimientos que preguntan si los padres están casados o profesan alguna religión en especial y filtran su matrícula a partir de estos criterios.
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