El país está viviendo uno de sus momentos más intensos y complejos en educación en 30 años. La discusión será una constante este año, tanto acerca de lo realizado en este gobierno, como sobre los desafíos y tareas pendientes.
A la hora de los recuentos, lo que más importa sigue más o menos igual. Ello no porque los cambios en educación sean lentos, sino porque no tenemos acuerdo como sociedad acerca de cómo abordar temas muy relevantes y que afectan directamente los aprendizajes de los estudiantes y la justicia de su distribución. Por algo la brecha entre los resultados SIMCE 2012 de los colegios municipales y particulares pagados no ha disminuido y los resultados de aprendizaje son similares al 2010. El mejoramiento en matemática en Segundo Medio es una buena noticia, que sigue la tendencia iniciada en 2008. A esa brecha hay que agregar que la mayoría de los estudiantes continúan sin lograr los aprendizajes que se espera: en lectura, en Cuarto Básico, el 60% no alcanza el nivel adecuado; en matemática no lo logra el 75%.
Hay otras necesidades mayores en las que se ha avanzado poco. Nadie discute la relevancia que el desempeño docente tiene en asegurar aprendizajes en un sistema escolar. Aparte de lo iniciado en 2008 sobre formación inicial, el tema no avanzó respecto de los docentes en ejercicio, ni en apoyo, ni en evaluación, ni en una nueva carrera profesional. Todo quedó en una Comisión, un informe y un proyecto de ley. Tampoco se aprecia avances en el fortalecimiento de la educación pública. Como en 2010, el país queda con un proyecto de ley que no se está discutiendo y con municipios de muy diversa capacidad y resultados que siguen administrando lo poco que queda de ella. La segmentación social en educación sigue tal cual, con una casi perfecta homogeneidad social y económica de estudiantes y familias en cada centro educativo. ¿Cómo podemos avanzar hacia una sociedad más inclusiva, si nuestras escuelas no lo son?; los estudiantes siguen aprendiendo que por ir a una u otra escuela, siguen siendo más o siguen siendo menos que los otros y eso, está lejos de la ciudadanía que aspiramos formar.
|
|
Tampoco es posible apreciar mucho avance en educación técnica de nivel medio, en su vinculación con el mundo del trabajo y de la educación superior, en el aseguramiento de su calidad y en su pertinencia respecto de las necesidades de desarrollo productivo; la educación de adultos, por su parte, sigue siendo una deuda social (ahora se llama “normalización de estudios”, sin que se sepa mucho por qué); la educación permanente quedó rezagada en su desarrollo; la institucionalidad pública de la Educación Parvularia (JUNJI, Integra y Municipios) sigue con importantes temas pendientes. La valoración del aporte de los privados en educación no ha logrado conciliarse bien con el uso de los recursos públicos y el lucro. Mayores avances se reconocen en el tema liderazgo de directores, tanto en sus procesos de selección, como en los de su formación. La nueva institucionalidad (Agencia de Calidad, Superintendencia de Educación, Consejo Nacional de Educación), queda a medio andar, en proceso de constitución e iniciando sus tareas. Pendiente queda también la modernización del Ministerio de Educación para que cumpla su nuevo rol.
Hay mucho sobre qué conversar y mejorar en educación. Es claro que no se avanzará sin acordar como sociedad las mejores maneras abordar los temas señalados; hay países que lo han hecho y que han logrado saltos en calidad e inclusión en poco tiempo. Seguro que este será un año intenso y rico en discusión de estos temas, esperamos que también lo sea en esperanzas.
|
|
Carlos Concha Albornoz
Universidad Alberto Hurtado |
|
|