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¿Por qué sentimos que no aprendemos con la modalidad online?

Por Natalia Contreras
Estudiante Pedagogía en Matemáticas
Facultad de Educación UAH

Creo que más de alguna vez hemos llegado a pensar o hemos sentido que con la modalidad online no estamos aprendiendo o no lo suficiente como para poder sentirnos satisfechos con respecto a nuestro proceso formativo.

Pero, y ¿por qué nos sentimos así? Por una parte se podría atribuir al constante estrés que produce el estar frente a una pantalla más de 12 horas diarias. ¿12 horas? Claro que sí, no solo cuentan las horas que estamos conectados a las clases, sino que hay que agregar que todo el autoestudio, evaluaciones y  trabajos se hacen ahora bajo una modalidad online, incluso nuestra vida social está vinculada al mismo medio.

Por otra parte, no todos partieron bajo las mismas condiciones. Más de alguno tuvo que trabajar en esta pandemia, otros hacerse cargo de su familia o incluso tuvieron la mala suerte de estar contagiados, no contaban con las habilidades para manejarse con la tecnología o simplemente no tenían los dispositivos necesarios. Incluso en otros casos este era su primer año en la vida universitaria y contaban con la esperanza de comenzar una nueva etapa y no se pudo.

Cuando un estudiante se moviliza bajo una paralización u otra forma de hacer notar sus problemas, quizás no se esté eligiendo la mejor forma.  Pero ¿cómo hacerlo si la carga emocional y mental se hace insostenible para seguir con los pasos esperados?. Si algo ha quedado en evidencia en estos meses, es que como estudiantes, no contamos con herramientas y espacios que nos permitan aprender a manejar emociones como la frustración, la pena e ira y por sobre todo no se nos ha enseñado a lidiar con el estrés y la soledad.

Y si ahora pensamos en el ámbito educativo, ¿por qué tuvo que llegar una pandemia para que se hicieran evidentes todos estos problemas?, ¿qué no se estaba haciendo antes como para que todo esto estallara de golpe? Si algo está claro es que en todos los niveles educativos quedaron expuestos una serie de problemas que antes pasaban desapercibidos. Pero insisto, ¿por qué ahora? ¿Por qué esperar que llegara una pandemia para darse cuenta de que el sistema educativo está fracturado?, ¿Es en realidad la modalidad online el problema?

Todo parece indicar que no es la modalidad el verdadero problema, sino la forma en la que se está abordando, el escaso provecho que se le exige y obtiene, además está el hecho de que nos hemos preparado tanto como personas y como estudiantes en los distintos niveles educativos, por varios años ante posibles situaciones como ésta y aun así no se le atribuyó la seriedad que se requería en el momento. Así también desde  la escuela no se trabajaron las habilidades para  abordar esta era digitalizada. En el caso universitario la forma en la que se entregó y se sigue entregando el contenido es el mismo como si estuviéramos en un contexto universitario “normal”. Si no hubiéramos paralizado las clases, se seguiría evaluando con un límite de una hora y veinte minutos para cada evaluación, como si el internet fuera continuo, como si todos contaran con la tecnología necesaria, como si nuestras condiciones personales no hubieran cambiado. Se pensaba que la universidad era de lunes a lunes sin descanso por el hecho de que estamos en la comodidad de nuestro hogar (nótese el sarcasmo). Por último, se espera que tengamos dominado por completo el tema del autoestudio. Pero ¿en qué momento se enseña o se guía sobre eso?, ¿Dónde quedan los estudiantes de primer año que ni siquiera lograron poner un pie en la universidad?

En fin, dentro de todo lo malo siempre hay algo bueno que rescatar. Ahora valoro más las cosas de las cuales me quejaba en un contexto “normal”. Por ejemplo, entrar a las clases a las 8:30 am y ver las caras de sueño de mis compañeros, los pequeños chistes entre profesores y alumnos, esas clases intensas que te dejaban el cerebro frito de información pero que igual te hacían sentir que aprendías. Así también haber aprendido a ocupar recursos como Excel y Word, cosas a las que siempre les hice el quite, pero que ahora sé utilizar. Por último los nuevos lazos de amistad que formé y que en algún momento bajo las conversaciones en video llamadas lograron que no me sintiera en soledad. Si esto sigue así el próximo año, hay que tomarle el peso a la situación y lograr que no se repitan las mismas situaciones, aprender de este año y rescatar las cosas buenas.